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HECHOS 20:24

No me preocupa si tengo que morir. Lo que sí quiero es tener la satisfacción de haber anunciado la buena noticia del amor de Dios, así lo ordeno El Señor.

martes, 28 de agosto de 2012

El Pentecostes y El Espiritu Santo

EL PENTECOSTES Y EL ESPIRITU SANTO

La palabra pentecostés es de origen griego y significa QUINCUGESIMO. Se le llamaba así en griego por el hecho que esta fiesta Levítica se celebraba cincuenta días después de la Pascua. En Hechos 2: 1 dice: y como se cumplieron los días del pentecostés estaban todos unánimes juntos.


Pero este no fue el nombre original de esta fiesta, al principio se llamó “fiesta 
de la siega” (Éxodo 23: 6), también se llamó “fiesta de las semanas” (Éxodo 34: 22) el tercer nombre con el que se identificaba era” fiesta de las primicias” (Números 28: 26).

Esta fiesta no se celebró antes de Moisés, sino hasta que el pueblo de Israel entró a la tierra prometida. En el libro de Levítico 23: 10 dice: Habla a los hijos de Israel, y diles: Cuando hubieres entrado en la tierra que yo os doy y segareis su mies, traeréis al sacerdote un omer por primicias de los primeros frutos de vuestra siega, esta ley fue dada por Moisés unos 1450 años antes de Cristo.

El objeto de esta fiesta era para presentar su gratitud a Jehová par las cosechas de trigo y cebada en los campos de Israel. Esto significa que para celebrar esta fiesta era necesario que poseyeran tierras y las sembraran, puede asegurarse que esta fiesta era de carácter eminentemente agrícola. Añadido a las ceremonias agrícolas estaban los sacrificios, puede leerse números 28: 26- 31.

Esta fiesta no podía celebrarse fuera de Jerusalén, porque era el centro de la adoración. “Guárdate, que no ofrezcáis tus holocaustos en cualquier lugar que vieres; mas en el lugar que Jehová escogiere, en una de las tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, allí harás todo lo que yo te mando (Deut. 12: 13,14) y el salmo 122: 3, agrega: “Jerusalén, que se ha edificado como una ciudad que está bien unida entre sí, y allá subieron las tribus, las tribus de Jehová, conforme al testimonio dado a Israel, para alabar el nombre de Jehová”.

Durante toda la dispensación Levítica esta fiesta formó parte de las tres más importantes (Lev.16: 16). El Señor Jehová por medio de estas fiestas trató de grabar con letras imborrables los beneficios que les había concedido, sacándolos de la esclavitud Egipcia. Llevándolos a la tierra que fluye leche y miel, Canaán, sustentándolos con su diestra de su poder.

Los Israelitas estaban pendientes cada año, en contar los “cincuenta días” a partir de la Pascua, en cuyo quincuagésimo día se reunían para ofrecer al Señor el presente de las primicias, en levítico 23: 16 leemos: “Hasta el siguiente día del sábado séptimo contareis cincuenta días entonces ofrecerás nuevo presente a Jehová.

Pero como ya vimos ese presente era producto de la siega, era un presente puramente agrícola, nada tenía que ver con el Espíritu Santo.

Ese quincuagésimo día era proclamado por la ley de Moisés como “Santa convocación”, es decir era un sábado ceremonial, en el cual no se hacía ni un trabajo (Lev. 23: 21).

El PENTECOSTES EN LA GRACIA.

Ya en la gracia, siendo que el pueblo de Dios estaría formado por todas las naciones que aceptaran el mensaje del Santo Evangelio, esta fiesta dejó de estar en vigor, pues los factores indispensables para la celebración ya no estaban al alcance de los creyentes. El Santuario fue destruido, el sacerdocio Levítico quedó sin vigencia. Estos recursos, el templo y el sacerdocio eran indispensables para esta festividad. Por los tanto era imposible llevar a cabo este ceremonial. Jesús sabiendo esto, aclaró en la proclamación de su evangelio que ahora no se adoraría solo en Jerusalén, sino en cualquier parte, y ya no por medio de ritos Levíticos, sino en espíritu y en verdad (Juan 4: 21- 24).

El primer mensaje glorioso del evangelio predicado por los apóstoles después de la resurrección de Jesucristo, fue precisamente cincuenta días después que El había celebrado la ultima pascua he instituyó la Santa cena.

Jesús después de haber resucitado, estuvo cuarenta días más en la tierra y se les apareció a muchos durante ese periodo, después de aquellos cuarenta días subió al cielo, pero les dijo a los discípulos que no se fueran de Jerusalén hasta que recibieran el poder de lo alto (el Espíritu Santo) Hechos ( 1: 1-5).

En aquellos días habían llegado a Jerusalén miles de judíos de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de las cosechas o pentecostés. Dios sabía que en ese tiempo se reuniría el pueblo para tal propósito, se valió para “darles el primer mensaje del Evangelio” por boca de los apóstoles y también envió al “ESPIRTU SANTO” tal como lo había prometido. Y por medio de este Espíritu los apóstoles inspirados dieran testimonio que Jesús al cual ellos habían matado, y que era el Mesías prometido por los profetas, pero que también había resucitado de entre los muertos.

Por lo visto, en aquel entonces todo el mundo Judío reunido en Jerusalén aquel día, no más se preocuparon por la fiesta sino por lo que estaba sucediendo y lo que estaban oyendo por boca de los apóstoles (Hechos 1: 38).

“EL ESPÍRITU SANTO”.

Analizaremos tres puntos muy importantes: 1) El Bautismo del Espíritu Santo, 2) El don de lenguas y 3) el don de milagros.

El Bautismo del Espíritu Santo: la promesa del Espíritu Santo está escrito en el libro del profeta Joel 2: 28-29. “Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne y profetizaran vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros mancebos verán visiones. Y aún también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”.

El apóstol Pedro fue claro al hacer esta aclaración a los Judíos, que lo que estaba sucediendo era lo que el profeta Joel había profetizado (Hechos 2: 16). Que el Espíritu Santo descendiera sobre los apóstoles y el pueblo Judío que de ahora en adelante creerían en el mensaje de los apóstoles (Hechos cap.2). Luego después sobre los gentiles que también obedecieran el Evangelio de Jesucristo (cap. 10).

El apóstol Pablo al hacer mención de esa llenura, lo manifiesta así: “porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo ora judíos o griegos. Ora siervos o libres, y todos hemos bebido de un mismo Espíritu” (1ª Corintios 12: 13).

Mas tarde, vemos la imposición de las manos para participar del Espíritu, (Hechos 19: 6. 8: 17) Es decir, que en estos casos ya no descendió como en los apóstoles. Sino ellos se encargaban de trasmitirlo por medio de la imposición de manos. ¿Por qué? Porque ya se había operado el cumplimiento de la profecía, debemos de notar algo, que nunca más volvió a descender sobre nadie más como sucedió en los Apóstoles y los gentiles de los capítulos 2 y 10 de los Hechos.

Pero más tarde, cuando ya habían entrado a la iglesia las primicias (que son 144.000. en su totalidad) que fue la iglesia Israelita. Pero los demás cristianos gentiles ya no hubo necesidad que recibieran en Espíritu Santo como la primitiva Iglesia, sino como Pablo lo explica en Efesios 1: 13. “en el cual también desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa.

Algo que debemos hacer notar aquí es que el Espíritu Santo lo recibían y lo reciben en la actualidad únicamente los que obedecen el Evangelio,( Hechos 5: 32).

Todo aquel que desea recibir ese don celestial, tiene como requisito indispensable obedecer la palabra de Dios. Pablo explica esta participación en 1 Corintios 12: 11 Mas todas estas cosas obra uno y el mismo Espíritu, repartiendo particularmente a cada uno como quiere. Es decir que en la iglesia hay diversidad de dones pero cada uno de ellos es dado por el Espíritu de Dios.

EL DON DE LENGUAS.

En libro de los hechos 2: 3 leemos: Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

Es innegable que los apóstoles hablaron lenguas, pues, el pasaje claramente dice que cada uno de ellos habló según el Espíritu les daba que hablasen.

Pero ¿que lenguas hablarían estos varones de Dios? ¿ Será que eran lenguas totalmente desconocidas para toda la gente que allí estaban y que nadie entendía nada?. La admiración embargó a cada uno de los asistentes, pues, se cree que para esa festividad anual del pueblo de Israel, se reunían como un millón de judíos que venían de distintos países, y de los mismos pueblos de Israel (Hechos 2: 5).

Luego en el versículo 8, dice que la admiración era porque oían a los apóstoles hablar en el idioma en que habían nacido, pues consideraban a los apóstoles faltos de letras.

Pero en el versículo 9 tenemos los idiomas que el Espíritu Santo inspiró a los apóstoles ha hablar: Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en capadocia, en Ponto y en Asia, en Frigia, y Pánfila, en Egipto, África, más allá de Cirene, Romanos, Cretenses, Árabes. Todos estos idiomas fueron los que los discípulos de Jesucristo hablaron aquel día y que el Espíritu Santo les dio que hablasen. Y como estos varones no habían estudiado ningún otro idioma más que el hebreo, fue motivo de admiración que en un momento resultaron hablando estas lenguas.

En la actualidad hay muchos cristianos que pretenden hablar lenguas, pero algo que tenemos que estar seguros es que el Espíritu de Dios, ya no inspira a nadie ha hablar un idioma extranjero en un momento como lo hizo con los apóstoles. Pues si alguien quisiera hablar otra lengua tendría que estudiar en algún colegio o universidad.

Pablo el apóstol sin duda hablaba varios idiomas o lenguas, y por eso Dios lo utilizó para que predicara en distintos países, y eso lo vemos en sus viajes misioneros. ¿Que pasaría con alguien que dice que habla lenguas y le tocara darle un mensaje a una congregación de alemanes o francés o ingleses etc. Y él solo habla Español? Pues sencillamente no podría hacerlo, porque el don de lenguas fue solo para que el Evangelio se regara por todos los continentes del mundo. En este tiempo ya existen Biblias escritas en todos los idiomas y hay predicadores en todo el mundo, por lo que el don de lenguas ya no es necesario.

En la carta a los Corintios 12: 22 leemos: Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos. Cualquiera pues, que pretende hablar lenguas, no es más que incrédulo. Sin embargo la profecía es para los creyentes.

EL DON DE MILAGROS.

En el principio de la historia de la iglesia se notaba muy claramente la operación de milagros. Por lo regular estos se operan sin necesidad de la oración. Así lo leemos en el caso del cojo que estaba sentado en la puerta de la hermosa: Pedro le dijo: Ni tengo ni plata ni oro; mas lo que tengo te doy; en el Nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole de la mano derecha lo levantó: luego fueron afirmados sus pies y sus tobillos (Hechos 3: 1-7).

En otro caso, el mismo Pedro, sin palabras, bastaba simplemente la sombra del apóstol para que se operara el milagro: “tanto que estaban los enfermos por las calles, y ponían las camas en lechos, para que viendo Pedro, a lo menos su sombra tocase a algunos de ellos (Hechos 5: 15).
Este es el verdadero poder de Dios, cuando opera por medio de su Espíritu en manifestaciones que no puede ser explicado por la ciencia, pues se entiende por milagros “un hecho Sobre Natural, Jesucristo lo había dicho a sus discípulos: Las obras que yo hago, él también las hará; y aún mayores hará.

Este poder de Dios obró en Pablo el apóstol, pues bastaba su sudario para que aun los espíritus de demonios salieran de las personas, así leemos en Hechos 19: 11,12, hacía Dios singulares y maravillas por mano del apóstol: de tal manera que aun se llevaban sobre los enfermos los sudarios y los pañuelos de su cuerpo, y las enfermedades y los malos espíritus se iban de ellos… era tanta la virtud que salían de los apóstoles que aun sus vestidos estaban llenos del poder divino. Notemos que en ningún caso de los que hemos visto oraron para hacer la operación de milagros. No cabe duda que en su soledad, pedían el poder de su Santo Espíritu para poder obrar en los momentos que el pueblo necesitaba de la misericordia de Dios. Ni tampoco se jactaban de este poder, y en ningún momento esto les sirvió para hacer dinero ni pedir ofrendas especiales, estaban convencidos que había que dar de gracia lo que de gracia habían recibido.

Hay muchos casos que citar como operaciones de milagros, los cuales fueron necesarios en el principio de la predicación del Evangelio, para que el mundo viera el poder de Dios y su bondad para los necesitados, y por su puesto Dios era glorificado en estos milagros y los apóstoles eran respaldados por el poder de Dios.

Pero a medida que el tiempo transcurrió, el don de milagros fue menguando, por varias razones: primero, la fe de los cristianos fue menguando y el pecado fue ingresando a la iglesia y como está escrito: Dios no oye al pecador. Segundo, si el don de sanidades o milagros existiera en este tiempo con la misma fuerza que en el principio, la gente no buscaría su salvación por fe sino por interés físico únicamente, y tercero, que los milagros era especialmente para el pueblo de Israel, pues ellos solo viendo señales pueden creer, en 1 corintios 1: 22. Dice: porque los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría.

En 2 Timoteo 4: 20 leemos: Erasto se quedó en Corinto y Tròfimo deje ENFERMO en Mileto. Si habían sido sanados varios enfermos por mano de Pablo, ahora se ve en la necesidad de dejar a su compañero enfermo. Y al mismo Timoteo le recomendó que por causa de sus continuas enfermedades ya no tomara agua, sino un poco de vino por su dolor de estomago (1 Timoteo 5: 23). ¿Por qué el apóstol no sanó a Timoteo sino le recetó vino para sus enfermedades?

El mismo Pablo tenia en su carne un aguijón de Satanás, una enfermedad que lo afligía, y en su angustia clamaba a Dios por su salud, pero el Señor lo no lo sanó sino le dijo que se conformara con su gracia (2 Cor. 12: 8, 9). Pablo lejos de molestarse con su Dios, más bien se goza.

El cristiano no está libre de la enfermedad puesto que así es su naturaleza, tanto enferma el que es hijo de Dios, como el impío y pecador o incrédulo, así está escrito en el libro de Eclesiastés 9: 2: todo acontece de la misma manera a todos, como al justo también al impío.

Podemos citar muchos casos más, muchos hermanos de la iglesia se encontraban enfermos y murieron por causa de la enfermedad, esto no significa que Dios los tuviera en el olvido, sino es necesario que el hombre de Dios enferme y muera. Lo importante es que muera en Cristo Jesús, para el día de resurrección.

Querido lector, si Ud. Es cristiano y está enfermo no debe ser motivo de perder la fe en Cristo, mas bien hagamos nuestros el consejo del apóstol Pablo: ¿quien nos apartará del amor de Cristo? Y ¿quien enferma y yo no? (2 Cor. 11: 29)

Esperamos que este estudio sirva para que nuestra fe en Cristo Jesús aumente, y que el conocimiento de sus Palabra nos sirva de luz en este mundo de tinieblas.

Que la gracia de Dios Padre y el amor de Jesucristo sean en todos, Amen.

Defendiendo la Sana Doctrina
Iglesia de Dios.
Columna y Apoyo de la verdad

Formando Lideres con valores, Gamaliel Estrada

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